¿Qué es la injusticia? Desde la teoría crítica se ha planteado dos concepciones distintas. La primera de ellas concibe la injusticia como un problema relativo a una mala distribución de bienes, y la segunda como una afectación en el reconocimiento político, social o cultural de ciertas personas o grupos. Se ha dicho que la demanda por la redistribución de los bienes encuentra su tipo ideal en el “Estado de Bienestar”, cuyo objetivo consiste en adoptar políticas para reducir la brecha económica entre ricos y pobres, lograr una repartición equitativa de la riqueza, así como redistribuir el acceso a las oportunidades
en la sociedad.1 Por el lado del reconocimiento, las demandas de identidad por parte de las minorías étnicas que buscan la afi rmación de su estatus de grupo y de sus usos y costumbres, a través de, entre otras cosas, el derecho consuetudinario, constituye el ejemplo clásico.2
Frente a este debate, Nancy Fraser, una destacada teórica feminista, afi rma que la tajante división entre las demandas de redistribución y las demandas de reconocimiento es insostenible, ya que los fenómenos de subordinación implican, en la mayoría de los casos, tanto una mala distribución de recursos como un reconocimiento erróneo. Para Fraser, las injusticias se encuentran “arraigadas al mismo tiempo en la estructura
económica y en el orden de estatus de la sociedad”, es decir que la subordinación es resultado de la interacción entre la defi ciente realidad económica, por un lado, y la simbólica por el otro.3
El género es un ejemplo claro de lo anterior, ya que, de acuerdo con esta autora, dicha categoría no constituye una clase social (como los pobres y los ricos) ni un estatus de grupo (como las minorías étnicas) sino que es más bien una “categoría hibrida”, enraizada tanto en la estructura económica de la sociedad como en la jerarquía valorativa que le es propia.4 Por tanto, “comprender y reparar la injusticia de género requiere atender tanto a la distribución como al reconocimiento”.5 El género, según Fraser, sirve de principio básico y organizador de la estructura económica en las sociedades modernas, ya que dispone la división entre “trabajo productivo” y “trabajo reproductivo”, la cual a menudo corresponde con la división entre trabajo remunerado y no remunerado.6 La división de género también se traslapa con la que existe entre las ocupaciones que exigen profesionalización y altos niveles educativos, y aquéllas propias de los “roles de cuidado” que incluyen la educación inicial infantil,el servicio doméstico, el cuidado de enfermos, discapacitados y adultos mayores, que de acuerdo con el estereotipo no requieren instrucción sino “instinto”, “dedicación” y “compromiso”. Desde el punto de vista anterior, la diferencia de género parecería constituir un problema de distribución, ya que la división sexual del trabajo posiciona a las mujeres en una posición de relativa desventaja, marginación y explotación frente a los hombres. En este caso, el objetivo pareciera la eliminación de las diferencias de oportunidades entre hombres y mujeres. Sin embargo, si consideramos que el género,al mismo tiempo, codifi ca patrones de interpretación y valoración, y establece espacios de interacción social a través de la descalificación de lo “femenino” y la apreciación de lo “masculino”, la injusticia por razón de género es, más bien, producto de la ausencia de reconocimiento.
En este caso, el objetivo consistiría en comprender las diferencias entre hombres y mujeres en aras de la eliminación de la subordinación, el menosprecio, la
exclusión, la trivialización o cosificación de lo femenino.
Adicionalmente, Fraser comenta la interacción entre la dimensión de la distribución y
la del reconocimiento, en relación con las posibles estrategias para resistir la subordinación. Por ejemplo, en ciertos casos la precariedad económica impide la movilización a favor del reconocimiento genuino. De igual forma, la falta de reconocimiento puede derivar en efectos negativos en la distribución, al generar, por ejemplo, obstáculos para ingresar al mercado laboral.
En conclusión, la invitación consiste en teorizar adecuadamente sobre las distintas
formas de subordinación en la sociedad, de modo que, a partir de la comprensión
de las conexiones entre ellas, su entrelazado práctico y su divergencia empírica, sea
factible diseñar estrategias de impartición de justicia concientes de la complejidad de
la injusticia
Coordinación General del
Programa de Equidad de Género
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