Artículo escrito por ISABELLA COTA SCHWARZ
En la cultura mexicana, la emancipación del hombre tradicionalmente llega cuando éste elige a una mujer para ser su esposa. Una vez pasada la boda, éste ya no necesitará de las otras mujeres que le han servido toda su vida, fuera su mamá o una empleada doméstica. Su nueva compañera y, a veces, su nueva empleada doméstica, le asistirán. (Esto, dicho sea de paso, me hace cuestionar la percibida “emancipación” del hombre.)
Lo mismo se puede decir del resto de América Latina y hasta de Italia en donde las normas sociales, enraizadas en la religión católica, son prácticamente la mismas.
El matrimonio se rige también por las reglas de mercado y afectan en tan importante “emancipación” del hombre. Existe cierta demanda de hombres buscando esposa y cierta oferta de mujeres. Ya que todavía en el año 2012 el hombre gana más que la mujer, es él quien elige. Como en cualquier otro mercado, esto genera competencia entre la oferta. Hay las que invierten en su cuerpo y su belleza física para ser más atractivas, con una rutina de gimnasio o con cirugías cosméticas. Hay también las que le apuestan a la buena comida y la casa, ofreciendo una habilidad para cocinar inigualable y el sólido compromiso de no dedicarse a nada más que el cuidado de su futuro hogar sin dejar que nada, ni una carrera profesional, la distraiga.
Están también las mujeres que ofrecen una vida sexual plena a cambio del matrimonio y las que invierten en educación superior para tener una ventaja competitiva. Éstos dos tipos de mujeres son las menos exitosas en el mercado del matrimonio latinoamericano. Es fácil encontrar sexo en otro lado y una mujer educada tiende a desarrollar un criterio propio, y eso no es lo que quiere el hombre.
Hablemos entonces de la mujer. Aquellas menores de 40 años se habrán dado cuenta que hoy en día se espera más de ellas que solamente encontrar marido. La mujer se ha integrado ya por completo al mercado laboral (en la economía formal, porque históricamente la mujer ha administrado las economías informales del mundo) y el movimiento de la liberación femenina en los 60s en los países desarrollados dejó un legado de opciones, independencia y aspiraciones profesionales.
Lo que el movimiento no dejó fue un desapego de las tareas del hogar que, sobre todo en América Latina, siguen siendo adjudicadas exclusivamente a la mujer. Por lo tanto la mujer de hoy lo tiene que hacer todo: perseguir una carrera (o un empleo pagado) y estar tan a cargo del hogar como lo estuvieron sus madres. La sociedad, favoreciendo al hombre, critica a la mujer que “descuida” el hogar por su carrera y viceversa, critica a la que decidió dedicarse “solamente” al hogar.
En este sentido, la “liberación” de la mujer le vino muy bien al hombre, quien ahora cuenta con un segundo ingreso para su hogar sin alterar sus responsabilidades. Mientras tanto, la mujer se encarga de todo, su empleo, su casa y los hijos (y hasta se espera que se mantenga bella y delgada).
En el día internacional de la mujer, del internet saltan miles de historias de éxito de mujeres líderes que han alcanzado importantes puestos. Mucho hay que aprender de ellas, pero hoy la pregunta que las mujeres nos debemos hacer es ¿quiénes de ellas luchan para balancear las tareas del hogar entre mujer y hombre? o ¿acaso están haciendo lo contrario, reforzando las ataduras sociales que hoy lastiman a la mujer? Por mi parte yo encuentro a muchas mujeres pintadas como modelos a seguir que no lo debían ser.
Hoy 8 de marzo también estaremos expuestas a mil y un notas sobre el maltrato por parte del hombre y el feminicidio, un fenómeno de países como México. Pero la pregunta que queda es: Tú, mujer latinoamericana, al conformarte con las injustas reglas sociales ¿estarás propiciando las condiciones para este tipo de crimen?
En el mercado de la mujer, estamos tan concentradas en competir por el mejor postor que nos olvidamos de ser solidarias y, a veces, nos hacemos daño.
Blog original: http://blog.isabellacota.com/post/18951131994
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