En 1993, el cadáver de una niña de 13 años fue encontrado en Ciudad Juárez, en México. Fue violada, golpeada y estrangulada. Su nombre era Alma Chavira Farel. Los detalles del crimen así como el criminal permanecen un misterio. Hoy en día, lo único que se sabe con certeza es que lo que la hizo blanco del crimen es su género, su condición natural, el haber nacido mujer.
Alma fue la primera de una serie de mujeres asesinadas de manera similar (conocidas ya en países hispanoparlantes como “Las Muertas de Juárez”), en una ola de violencia a la que ya se le llama “feminicidio”. Cerca de 400 niñas y mujeres de entre 10 y 35 años de edad han sido víctimas de esta ola de violencia en esa en la ciudad fronteriza desde 1993 y el 2006. Muy pocos casos han sido resueltos y entre esos pocos, hay casos de hombres encarcelados que aseguran ser inocentes y haber confesado ser culpables bajo tortura.
El feminicidio en Ciudad Juárez continúa, pero calcular el número de víctimas hasta hoy es difícil, ya que en el 2006 el presidente Felipe Calderón inició una fuerte ofensiva contra el crimen organizado y la ciudad ha sido la mayor afectada. Las Muertas de Juárez son parte de los mil 400 muertos que se registraron en el 2008 y dos mil 500 en el 2010. ¿Cuántas de estas muertes son parte del feminicidio? El gobierno no lo sabe y no le rinde cuentas a nadie. Mientras los criminales quedan libres, a los mexicanos nos queda claro que al gobierno y a los políticos, el caso de las Muertas de Juárez no es importante.
Pero sí esperaba yo que a Michelle Bachelet le importara. La ex-presidenta de Chile, una de las primeras mujeres electas como jefas de estado en América Latina (sus antecesoras fueron la argentina María Estela Martínez de Perón, la boliviana Lidia Gueiler, la nicaragüense Violeta Barrios de Chamorro, la guayanesa Janet Rosemberg Jagan, la ecuatoriana Rosalía Arteaga, la panameña Mireya Moscoso y la haitiana Ertha Pascal-Trouillot),quien dejó su cargo con un 80% de aprobación (en Chile), Michelle Bachelet encabeza actualmente la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y Empoderamiento de las Mujeres (UN Women). Claramente en una posición que requiere conocimiento de las dificultades y abusos que sufren las mujeres en el mundo, por lo menos esperaba que estuviera al tanto de lo que sucede en América Latina.
Durante su visita a la London School of Economics en Inglaterra en mayo de este año, Bachelet habló de las prioridades que la ONU se ha impuesto para empoderar a las mujeres que más lo necesitan, al “facilitarles entrenamiento, tierra y crédito” así como empleo. La ex presidenta explicó cómo ésta fórmula lleva de manera natural – está comprobado, dijo – a la participación ciudadana de las mujeres y a la resolución de conflictos. En pocas palabras: menos violencia, más paz.
Yo le pregunté a Bachelet si, como la cabeza de UN Women, tenía en mente apoyar a las mujeres en América Latina y si había considerado hacer algo sobre las Muertas de Juárez. Las mujeres en Ciudad Juárez tal vez necesitarían otro tipo de ayuda, y no necesariamente crédito y empleos, le dije. El Tratado de Libre Comercio (TLC) trajo trabajos para mujeres en esa ciudad y una de las características entre las víctimas es que suelen ser trabajadoras en las maquiladoras que compañías extranjeras instalaron ahí después de que el tratado arrancó en 1994. (De hecho, el TLC se firmó en 1992, meses antes de que se encontrara el primer cuerpo). Las mujeres de Juárez, le dije a Bachelet, tal vez necesitarían otro tipo de apoyo de la ONU.
Pero me llevé una tremenda decepción ( y desconsuelo) cuando Bachelet hizo mi pregunta a un lado gentilmente, diciendo que no tenía “la información sobre estos asesinatos” y que a ella le parecía que “estuvieran ligados al tráfico ilegal de drogas y a la trata de personas” que ocurre en esa región y “no necesariamente es violencia en contra de la mujer”.
Mis expectativas no eran poco realistas. Hace solo dos años la Corte Interamericana de Derechos Humanos encontró al Estado Mexicano culpable de no garantizar el derecho a la integridad personal de la mujer y de violar el Pacto International de Derechos Civiles y Políticos, que reconoce a las mujeres como la población más propensa a ser violentada por el simple hecho de su género. El proceso de la corte tuvo lugar en Chile, durante la presidencia de Bachelet.
Al parecer, Bachelet es una política muy ocupada, a quien no le alcanza el tiempo para leer periódicos como El País, The Guardian o el New York Times. Probablemente ni siquiera va al cine.
México no es el único país latinoamericano que muestra alarmantes señales de feminicidio. En El Salvador la violencia contra la mujer ha incrementado en un 197% en la última década. Pero cualquier esperanza de que
Michelle Bachelet mueva las piezas de la ONU para ayudar a estas mujeres ha sido truncada, ella mismo lo dejó en claro: la ONU tiene un plan de ayuda que solo incluye a los 48 países más pobres del mundo (33 de ellos en el continente Africano) y solo uno de ellos, Haití, está en América Latina. Se ha aprobado ya un presupuesto de 500 millones de dólares para financiar programas independientes que cumplan con los objetivos de UN Women, pero las mexicanas no pueden aplicar a ellos. ¿Por qué? Por que México y sus compañeros latinoamericanos son ya países de ingresos medios, y “ya no son pobres”, dijo Bachelet al auditorio en Londres.
“En efecto, [en la ONU] encontramos que las mujeres en países de ingresos medios son las que más violencia enfrentan… la India y países en América Latina son ejemplo de ello.
“Pero desafortunadamente, en este sentido, América Latina es una víctima de su propio éxito”, explicó.
Por “éxito”, se refiere a éxito económico.
Mientras el número de mujeres asesinadas en Juárez se eleva y los asesinos disfrutan de impunidad, las mujeres mexicanas se han vuelto invisibles, no aparecen en el radar de los organismos que tienen los medios para ayudar. Yo me pregunto ¿cuántas muertas más nos costará la visibilidad?- Isabella Cota: isacota@gmail.com
Link original: http://blog.isabellacota.com/
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